Siempre había visto Coney Island en las películas, y por unas o por otras siempre que he viajado a Nueva York no había podido escaparme, pero esta vez lo conseguimos. Me fascina por completo, la mezcla de playa con parque de atracciones, el aspecto desgastado de las mismas, y el colorido sin sentido pero armónico. Reconozco que no montamos en nada, tengo cierto pánico, y si no veo que la atracción es muy segura no me atrevo, y aquí todas las atracciones parecen como de feria de pueblo. Lo que sí hicimos fue bañarnos, bueno, hasta que alguien empezó a gritar: Shark! Shark!, y vino el vigilante a decirnos que en la zona acotada nos podíamos bañarnos porque había peligro de tiburones. Recorrimos todas las zonas del parque que está dividido como en varios parques dentro del parque, y tomamos un granizado multi color y sabor, que estaba realmente asqueroso, pero era divertido.
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