Tengo que confesar que hubo un tiempo en el que renunciaba de mi tierra, del lugar donde nací y crecí, entre pinares, montes, rodeado de campo. Allí pasábamos las tardes en bici, patines o monopatín, y siempre había algo que hacer: construir una cabaña con maderas viejas, entrar en una casa abandonada o ir en bici hasta el río o los pinares. Un entorno muy rural, que en los primeros años de mi vida estaba lleno aventura, pero que cuando llegas a la adolescencia, y tienes demasiadas inquietudes, quizás no es tan idílico y por eso empecé a darle la espalada y hacer como que no existía. Con el paso de los años he aprendido a apreciar el entorno y belleza que tenía delante de mis ojos y no era capaz de ver, quizás por mi falta de cultura en aquella época, es tan importante salir, viajar, conocer mundo para apreciar también las cosas pequeñas y más cercanas y verlas de otra forma. Algo tan simple como el atardecer con el sol entrecortado por los pinos con sus tonos dorados, me hace regresar a esos primeros años.
Photograped by Juan Gámez, Jeffrey Herrero & edited by Jeffrey Herrero